Como todos sabemos, el burro es un animal mamífero de la familia de los équidos. También conocemos de los burros, que son animales mansos que se dejan domesticar con facilidad. De hecho, esta fue una costumbre que el ser humano desarrolló desde el milenio V a.C. La principal función de éstos fue servir como animales de carga y cabalgadura.
Son animales muy similares a los caballos, aunque la principal diferencia radica en su tamaño: son más pequeños, pero también son más longevos (pueden vivir hasta 40 años). Por otro lado, se adaptaron a vivir en los desiertos, por lo que son unos équidos particularmente resistentes. Por otro lado, como animales trabajadores eran muy rentables porque, en proporción a su tamaño, consumían muy pocos recursos.
Los burros aún continúan siendo muy importantes en las economías de los países en vías de desarrollo, donde aún no ha llegado la sofisticación de algunos sistemas de maquinaria.
En los países donde ya no son empleados para el trabajo, empiezan a cuidarse como mascotas. Esto se debe a que son animales cariñosos, dinámicos e interesados en aprender. Incluso se ha descubierto que el contacto con éstos tiene efectos terapeúticos.
Aunque la población de burros ha crecido considerablemente a lo largo del siglo XX si tenemos en cuenta el conjunto del mundo en general (el número se ha mantenido estable desde mediados de la década de los ochenta), en Europa y Estados Unidos se ha reducido su número considerablemente. Para que nos hagamos una idea, en Europa, en los últimos dos siglos, su población se ha reducido a la mitad.
El caso español es especialmente importante, puesto que las seis razas españolas de burros —asnos catalanes, mallorquines, zamorano-leoneses, andaluces, majoreros y de Las Encartaciones— están en riesgo de extinción.
En relación a esto, hace unos años se inauguró Burrolandia, una iniciativa que se dedica a la protección de la fauna amenazada, situada en la finca de Viñuelas, en Tres Cantos (Madrid). Está coordinada por la Asociación Amigos del Burro, que trabaja con burros abandonados. La entrada es gratuita: el objetivo del complejo es mostrar al público corriente cómo trabajan con estos animales e implicarse en el proceso de mantenimiento.
En Burrolandia, por otro lado, no sólo hay asnos, sino todo tipo de animales domésticos: perros, gatos, patos, palomas, gallinas, cabras y algún caballo visten de color el recinto.
Poder pasear entre los burros y entrar en contacto con ellos es una actividad lúdica y didáctica irrepetible para cualquier amante de los animales. Por otro lado, en las inmediaciones los niños tienen incluso la oportunidad de celebrar su cumpleaños. Pero sin llegar a tanto, podemos darles de comer, acariciarles e incluso montar sobre los más mansos.
La finca permanece abierta los domingos de 11:00 a 14:00 horas.