Caminas tranquilamente por la casa, una sombra se mueve a tu espalda con sigilo, te giras de repente pero no ves nada, encoges los hombros y continúas caminando: la tragedia se palpa en el ambiente. Se escucha una carrerita ahogada, un sonido de uñas afiladas como katanas que cortan el aire, un maullido de alerta y… una bola peluda se queda clavada en tu espalda a través de la camiseta. Un día más: Gato 1-Humano 0. Sigue leyendo