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Los sentidos de las aves

Muchas veces hemos oído hablar sobre el agudo olfato de los perros o sobre la intuición de los gatos y, sin embargo, no sabemos tanto sobre el grado de desarrollo de los sentidos en las aves.

En oposición a otros animales, el punto fuerte de las aves es la vista. Por lo general, disponen de ojos grandes, especialmente las aves rapaces tienen este sentido desarrollado entre dos y tres veces más que los humanos.

Normalmente, los ojos se sitúan a ambos lados de la cabeza: esto tiene la desventaja de que les hace tener una percepción pobre de la profundidad y, no obstante, les permite tener un mayor campo de visión sin necesidad de girar a cabeza.

Los búhos tienen los ojos en el plano frontal, y no pueden moverse en sus órbitas, por lo que para mirar algo, tiene que girar la cabeza en la dirección deseada. No obstante, la posición binocular mejora la estimación de la profundidad. No obstante, los que cazan en entornos muy oscuros, se orientan más por el oído que por la vista.

Las aves acuáticas tienen unas lentes especiales que les permiten acomodarse al agua y al aire.

Por otro lado, son capaces de detectar la luz ultravioleta, la cual está implicada en el proceso de cortejo y en la búsqueda de alimento. Los plumajes de muchas de ellas incluyen patrones de este tipo de luz.

Los ojos de las aves se lubrican por medio de la membrana nictitante, un tercer párpado que mueven horizontalmente, además de cubrir el ojo y servir de lente de contacto a aves acuáticas.

El segundo sentido más desarrollado de las aves es el oído (de hecho, gracias a esto, pueden desarrollar su canto). Como veníamos afirmando, ciertas especies de búhos pueden localizar a sus presas en lugar completamente oscuros con el único apoyo del sentido auditivo. No obstante, carecen de pabellón auricular. La ausencia de orejas les obliga a hacer rotaciones de cabeza para calcular las direcciones de las que provienen los sonidos.

El sentido del olfato en las aves, por lo general, es pobre. Hay excepciones como kiwis, las aves carroñeras americanas, albatros y peteles: éstos lo usan para localizar el alimento.

Por otro lado, sus papilas gustativas no están en la lengua, sino al fondo de la garganta. En todo caso, son capaces de distinguir los cuatro sabores básicos: dulce, salado, amargo y ácido.

Acostumbran a tener un sentido del tacto muy desarrollado en el pico. En este sentido intervienen diferentes corpúsculos: los corpúsculos encapsulados de Merkel (piel e interior de la boca) y Grandy (en el paladar); los corpúsculos de Herbst son sensibles a las vibraciones (se localizan principalmente en el pico y en las patas).

Cripsis, disfraz natural

El camuflaje que empleamos los humanos es una técnica que se aplica principalmente a maniobras bélicas. Se basa en el concepto de mimetizarse con el entorno a fin de no ser reconocidos con facilidad. Podría decirse que es lo más cerca que hemos estado se conseguir la invisibilidad.

No obstante, el camuflaje no es algo que nos haya ocurrido así porque sí, sino que está inspirado en la observación a los animales; en concreto, al proceso de cripsis. Este es un fenómeno natural que utilizan diferentes especies para pasar desapercibidos para otros animales, especialmente, depredadores. El rasgo contrario, cuando un animal posee características que realzan su presencia, se denomina aposematismo.

La forma más sencilla de cripsis o camuflaje está basada en la inmovibilidad: cuando hay un depredador presente, el animal permanece inmóvil. Existen muchos anfibios y reptiles que no son capaces de reconocer a sus presas cuando no se mueven. Esta es la razón de que cuando les tengamos como mascotas, necesiten que les demos animales vivos para comer.

Una forma muy corriente de ocultación visual es la que parte de cambios en la coloración. La homocromía es la cualidad de adquirir el mismo color que el medio circundante. Aquí existen diferentes variaciones.

El color puede ser fijo, adaptado a un ambiente constante, como en el caso del bicho palo.

Otra opción es que varíe en un ambiente cambiante, adaptándose a los cambios estacionales. La liebre ártica es blanca en invierno y parda en verano.

Para finalizar, existe la opción de adaptarse a cambios rápidos propios de un ambiente heterogéneo. Los camaleones y las sepias son los casos más conocidos: pueden cambiar muy rápidamente de color, hacia tonos muy variados.

Otro caso es el de los animales que son más claros en una parte de su anatomía que en otra. Esto se da en algunos mamíferos, cuyo vientre es más claro que el dorso por el efecto de la luz. No obstante, este tipo de homocromía es típico de la mayoría de los peces pelágicos y en muchas especies de ave. En algunos casos, no sólo hay una variación en el color, sino en la textura visual. Algunas veces esto deriva en un mimetismo con el entorno. Por ejemplo, en muchos casos los peces, vistos desde arriba se confunden plenamente con un fondo pedregoso.

Otro tipo de camuflaje es que se produce por medio de patrones: al seguir unas pautas repetitivas, como en el caso de las franjas de las cebras o tigres, la silueta es mucho más difícil de diferenciar para los depredadores. En algunas familias, como en los leones o en los jabalíes, sólo presentan estas formas los miembros más jóvenes de la manada, antes de llegar a su madurez. Las sepias y los camaleones también modifican el patrón de su capa.

No obstante, la cripsis no siempre es visual. Existe también el mimetismo auditivo u olfativo. Por ejemplo, la tinta del calamar distrae el olfato de los peces; las polillas, por su parte, emiten sonidos ultrasónicos que engañan a los murciélagos. Hay muchas formas de disfrazarse en la naturaleza, después de todo.