Aunque es lógico asumir que todas las mascotas y los animales silvestres y salvajes pueden sufrir de estados de depresión, son los perros y gatos de los que se conoce más sobre el asunto, debido sin duda a que son los que más usualmente conviven con el hombre. El estudio de este tipo de condiciones por la medicina veterinaria es complicado, debido a que existe la barrera de la comunicación y en cuanto a los gatos es apenas posible determinar por su comportamiento, debido a que a diferencia de los perros son menos activos y menos bulliciosos.
Y aún así el dueño de una mascota, puede darse cuenta con pequeñas observaciones que está frente a una situación de depresión de perros y gatos, con tan solo observar el cambio en el comportamiento. Como hemos dicho es más fácil detectar en los perros la falta de ánimo y ese sentimiento de tristeza ligado a la depresión. Por qué se deprimen los perros y gatos es algo que se debe a muchos factores entre ellos el genético, porque tanto los perros y gatos como los humanos pueden tener predisposición natural al estado de melancolía que da paso a la depresión. Pero también existe la depresión, y más común, que deviene del entorno en que vive el perro o gato entristecido.
Aunque los gatos sufren depresión en alguna medida, nos concentramos en los perros, porque son más propensos o porque se hace más evidente. La pérdida de apetito, el sueño intranquilo, los cambios de humor que pueden ir de una total apatía a un descontrolado genio. Pero las causas hasta ahora conocidas están ligadas al sentimiento de abandono que puede sentir una mascota, cuando su amo la relega, la descuida o le da maltrato físico o verbal. Cuando un perro se torna deprimido es evidente en su expresión, ya no corre ni salta, ni siquiera le entusiasma ladrar. Es por ello que se insiste por parte de la veterinaria moderna, que los dueños de mascotas evalúen lo práctico de tener una, porque el no dedicarle atención ni tiempo y someterla a abandono o abuso se convierte en una pesada carga que la mascota debe soportar y se traduce en un estado de depresión que en algunos casos le lleva a perder el apetito, enflaquecer y hasta morir.