Caminas tranquilamente por la casa, una sombra se mueve a tu espalda con sigilo, te giras de repente pero no ves nada, encoges los hombros y continúas caminando: la tragedia se palpa en el ambiente. Se escucha una carrerita ahogada, un sonido de uñas afiladas como katanas que cortan el aire, un maullido de alerta y… una bola peluda se queda clavada en tu espalda a través de la camiseta. Un día más: Gato 1-Humano 0.
Según la terapeuta felina Laura Trillo Carmona, la culpa de estos comportamientos en los gatos adultos son enteramente nuestras. No supimos educarlos cuando eran cachorros y de adultos reproducen aquellos juegos que ahora sí nos resultan dolorosos y molestos.
Educa a tu gatito
Aunque un gato no necesite cazar ya que le suministramos la comida, el instinto de cazador es intrínseco a su naturaleza ya que es un animal depredador. El gatito comienza a desarrollar este comportamiento instintivo aproximadamente a partir de los dos meses de edad. Generalmente no son separados de su mamá ni hermanos antes de los tres meses, pero puede pasar que por alguna circunstancia tú te estés haciendo cargo de él. Tú eres su madre y sus hermanos y tú eres quien debe enseñarle los límites de ese juego.
Cuando muerde a su madre y a sus hermanos pasan dos cosas: éstos le muerden a él a su vez y se quejan cuando muerde demasiado fuerte. Ésto es algo que nosotros debemos enseñarle a él. ¿Cómo?
Cuando te muerda no muevas el miembro rápido ya que, inconscientemente, apretará para que no te escapes; gimotea o chilla para que vea que te está lastimando; te soltará, en ese momento retírate con suavidad.
No juegues con tu cuerpo
Un gran error en el que caemos es en jugar con ellos usando nuestras manos y a veces nuestros pies. Nos encanta hacerles rabiar y cuando nos caza con un mordisco lo toleramos porque, a fin de cuentas, le provocamos nosotros. Por ello crece pensando que no nos duele y que nuestras manos son un juguete y una presa.
Es esencial que un cachorrito juegue pero debe ser con cosas externas a nuestro cuerpo: bolitas de papel, juguetes que hagan ruido, pelotas blanditas, objetos de madera, etc. Están especialmente indicados los juguetes que cuelgan de una cuerda como si fueran una caña ya que se entrenarán en la caza calculando los saltos pero sin llegar nunca a nosotros.
No cedas a la tentación: cuando sea adulto será tarde para hacerle cambiar y puede llegar a ser peligroso si hay niños en casa y juega con ellos.