A lo mejor expresado así suena raro, pero, tras mucho meditarlo (y tengo tiempo, ahora que estoy en paro), he decidido que es el trabajo de mis sueños, mi trabajo perfecto; dicen que todos tenemos uno. Así que he decidido reorientar mi carrera laboral y reconvertirme al ámbito que más me gusta, el contacto con los animales, que siempre me ha ido más que el contacto con la gente.
Hablo de hoteles exclusivamente para mascotas, se entiende. Se me ocurrió trabajando en uno normal donde también aceptaban mascotas. Las trataba mejor a ellas que a sus amos, y no te creas, se notaba en algunas propinas. Aunque ahora que lo pienso, las propinas las daban los amos, no sé si en mi nuevo hotel…
Bueno, ya no se puede dar marcha atrás. Espero que sea un hotel de mascotas a lo grande, con sus servicios de recogida de mascota a domicilio, supervisión del dueño 24 horas vía webcam y todo eso. Me encantaría acompañar a los perros (y gatos, y cacatúas, y hurones, si vienen) a sus paseos, sesiones de entrenamiento específico, tratamientos de uñas, piscinas especiales, cancha de tenis… Sí, seguro que también hay.
Hoy se encuentra una amplia oferta de hoteles para mascotas en las ciudades.
La recepción es otro bonito puesto de trabajo. Estoy seguro de que los usuarios de semejante establecimiento se quejan poco, sin duda por lo altamente satisfactorio del servicio y la atención al cliente, no porque no sepan hablar. Tampoco creo que hagan muchas llamadas por centralita (tenemos un cliente de perfil muy independiente, o tendrán móvil) ni toquen demasiado la campanilla. Ah, y yo tengo idiomas, que nunca viene mal en estos casos.
Tampoco me importaría nada trabajar como camarero o ayudante de cocina en el restaurante de ese hotel. Supongo que aparte del menú tengan también carta. ¿Ya he dicho que tengo idiomas? Podría explicársela perfectamente a nuestra clientela. “Bolitas de carne indefinida en espuma… bueno, en la espuma que venía en el bote, con reducción de vinagre de Módena”. Ya no somos nada como sociedad sin el vinagre de Módena.
En realidad, lo más gratificante de trabajar en un hotel de mascotas debe de ser la felicidad del reencuentro entre la mascota y su amo, que seguramente no lo haya dejado aquí por hacerse la vida más fácil, sino por alguna necesidad imperativa. Son esos pequeños momentos de pura alegría los que hacen que la vida merezca la pena, y no un asqueroso trabajo, sea cual sea.